Tierras en trance: Arte y naturaleza después del paisaje

Tapa

 

 

 

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El índice y la introducción están disponibles aquí y en la página de Metales Pesados.

 

Texto de contratapa

Raúl Antelo

En esta densa pero no por eso menos bella reflexión, Tierras en trance. Arte y naturaleza después del paisaje, Jens Andermann nos introduce en la lógica del trance, que es una forma de nombrar al nudo borromeo que, en el mundo colonial-moderno, e incluso en el actual, enlaza el espacio y tiempo del sujeto con el de la comunidad, escindidos ambos por violentos desplazamientos y hiatos temporales no menos abruptos. Heterotopías y heterocronías. Se persigue así, a lo largo de estas páginas, un objeto desvaneciente que, hacia adelante, se dirige al híperobjeto, el in-mundo posnatural, pero, retrospectivamente, puede ser leído como el trazado de una historia natural del antropoceno, lo que implica bifurcar aquello que se creía definitivo. El trance es, en ese sentido, proemio, no a un discurso más preciso o científico, conclusivo, sino al lenguaje mismo y a su siempre pertinaz inconsistencia. En la perspectiva del autor, el trance es el relato de un repliegue, doblez del arte en relación a su marco institucional, y desdoblamiento de modos anteriores de postulación estética del mundo como ‘paisaje’, aquello que Andermann llama paisaje in visu y paisaje in situ. El ambiente surge así como una ‘escena’, un conjunto espaciotemporal fluido que no se define por la exterioridad social de sus formas, sino por la dinámica interna de sus fuerzas. En pocas palabras, el trance estudia el paulatino proceso de ausentamiento de la naturaleza en el bioarte contemporáneo, porque comprende que el lugar ya no es forma ni materia y mucho menos una dialéctica mutuamente excluyente entre ambas: la forma y la materia ya no son separables de la cosa (la Cosa), mientras que el trance sí puede serlo.

El trance de una cosa no es ni una parte, ni un estado de la misma, sino algo que de ella deriva. Détournement. Ese otro lugar (heterotopía) parece ser algo semejante a un recipiente, que es un lugar transportable, con la salvedad de que el recipiente nunca es parte de su contenido. Así pues, en la medida en que es separable de la cosa, el trance no es la forma, y en cuanto la contiene, es algo distinto de la materia.

El trance nos enseña que todo espacio es parataxis. Es algo sin origen y sin orientación, intenso pero no extenso, liminar del límite. El trance es el silencio o secreto del arte, su reconfiguración absolutamente contemporánea, mediante la cual lo estético se redefine, al fin y al cabo, como el umbral mismo de nuestra inespecificidad.

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